jueves, 30 de agosto de 2007

Cinecittà, 70 años de la fábrica de los sueños

Revista Que Pasa, agosto 2007 (Chile)

“Aqui se respira el misterioso proceso de la creación”. Así definía Federico Fellini a Cinecittà, y como no, si aún hoy caminando por sus 600.000 mt2 se puede encontrar la reproducción de la Fontana de Trevi –utilizada para los particulares de la escena de Anita Ekberg en “La Dolce Vita”- o trozos de la monumental escenografía de “Cleopatra”, que vió nacer el fogoso –e intermitente- romance entre Elizabeth Taylor y Richard Burton.


Este año el mundo del cine está de fiesta, no sólo por la glamorosa 60° versión del Festival de Cannes de mayo pasado, sino también por las siete décadas que Cinecittà, la mítica ciudadela romana que posee los estudios más grandes de Europa, cumple este 2007.
Fue en 1937 cuando, por primera vez se escuchó el grito de “acción!” en uno de los multiples set de la llamada “Hollywood del Trastevere”, los estudios donde se han realizado más de 3.000 films entre producciones italianas e internacionales, especialmente norteamericanas. De ellas casi 90 han sido nominadas al Oscar, mientras que 47 han obtenido la estatuilla que –más allá de las criticas- continua a ser el termostato de la cinematografía mundial.
Imposible olvidar a Audrey Hepburn y Cary Grant girando en Vespa por Roma, en “Vacaciones romanas” (53); o las hordas humanas y monumentales escenografías del imperio romano de “Quo vadis?” (51), “Ben Hur” (59) o “Cleopatra” (63), o la Fontana de Trevi nocturna de “La dolce Vita” (60), todos ellos indefectiblemente ligados al imaginario de Cinecittà.
Espejo de la realidad italiana, con su prepotencia preguerra, su miseria posterior y el renacer económico que es “escenografía” de los años del technicolor de la cinematrografia hollywoodiana; Cinecittà es al mismo tiempo, historia real y ficticia.

Un largo “flash back”...
Cinecittà nace del deseo personal de Benito Mussolini que, como Stalin e Hitler, reconoció el potencial ideológico de la comunicación... aunque para algunos históricos, influyeron también pasiones más personales, como el interés de su hijo Vittorio en el cine (en los años siguientes, director de varias revistas especializadas) y el deseo de la hermana de su amante, Clara Pettacci, de convertirse en actriz.
El hecho es que el 29 de enero de 1936 se posó la primera piedra de lo que sería la Ciudad del Cine en la Via Tuscolana 1055, entonces una zona rural ubicada a unos a 9 kms. de Roma. En 475 dias se construyó una moderna obra arquitectónica racionalista, que en los 600 mil mts. disponibles edificó 140 mil: un total de 73 edificios, de ellos 16 estudios de filmación con protección acústica (hoy 22), 21 salas de maquillaje, estudios de sonido, salas de proyección, una piscina de 7.000 mt2 para las escenas de mar, oficinas y 8 kms. de calles asfaltadas bordeadas por pinos romanos y arbustos de laurel, con una planta fija de 900 empleados.
La estructura prácticamente no ha cambiado: cruzando la puerta principal de Via Tuscolana un gran parque jardin que ejerce de núcleo da la bienvenida, al extremo opuesto de la entrada, las oficinas centrales, tras de ellas el estudio N°5, el más grande de Europa. En torno al parque una treintena de edificios de color ocre y naranja, concebidos para cumplir toda la fase de elaboración de un film (vestuario, maquillaje, utilería, montaje) son las “arterias” que “alimentan” a los estudios y permiten que el trabajo que se desempeña en ellos sea absolutamente autónomo y, por ende, el desarrollo contemporáneo de diversas producciones.
Esta capacidad de generar realidades paralelas se convirtió en un sello de Cinecittà: guardias romanos y galos jugando futbol en los jardines, Nerón y Rigoletto en agitada conversación, mientras Cleopatra tomaba un cafe con el director de turno.
De aqui también la afirmación de que sólo bastaba ingresar con una buena idea, Cinecittà y su óptimos técnicos y artesanos podían convertirla en realidad: desde la bajada de la pizarra y el consiguiente grito de “acción”, hasta la primera copia del film.
La primera película nacida en Cinecittà fue “Scipione L’africano” (37), de Carmine Gallone, que narraba la batalla de Cartago. El grandilocuente filme, premiado en la quinta versión del Festival de Venecia como mejor film nacional, tenia citaciones directas a la conquista italiana de Etiopía y referencias a la oratoria de Mussolini,
quien habria participado en la escritura del film sin aparecer en los créditos.
La crónica de la época habla de la fastuosa inauguración de Cinecittà a la que asistió un Duce fascinado: visito 4 de los 16 estudios, en el número 7 una orquesta tocó parte del soundtrack de “Scipione L’africano”, mientras en los 3 restantes visitó grabaciones en curso. La ciudad del cine que significaría un frente a frente de la Italia imperial con Hollywood, habia nacido.
Hasta 1943 (en 6 años) se realizaron cerca de 300 films, todos ellos sujetos a los beneficios de leyes proteccionistas impuestas por el facismo, que lograron desplazar de su territorio al ya fuerte mercado estadounidense. Una de estas fue la tasa por el doblaje de todos los films en lengua extranjera, aunque el impuesto ya no existe, la costumbre del doblaje se mantiene hasta hoy.

La Guerra real en el reino de lo ficticio
En julio del 43, el “Eje” que reunía a Italia, Alemania y Japón, inicia su crisis final. Mussolini es destituido y encarcelado, pero prontamente liberado por los alemanes e instalado en un gobierno títere en el norte de Italia... hasta ahi traslada su obsesión cinematográfica, y en Venecia instala su “Cinevillaggio” (“villa del cine”) con material de Cinecittà.
En el centro de la bota los enfrentamientos entre alemanes y aliados aumentaban, y Cinecittà no estaba exenta. Los nazis saquearon todo aquello que los técnicos y artesanos no lograron desmontar y guardar en sus casas, y las arboladas calles y amplias dependencias se transformaron en habitación temporal para las víctimas de los bombardeos y en campo de prófugos para los italianos llegados desde el sur, Dalmacia y Libia, y para extranjeros (eslavos, austriacos, polacos, chinos y alemanes) que esperaban sus visas para viajar al continente americano.
Este fue el periodo más oscuro de Cinecittà, el objetivo para el que había sido creada casi no existía. En 1944, los estudios N°6 y 7 habian sido destruidos por las bombas, en los camarines funcionaba la Cruz Roja y una organización internacional para refugiados; el magnífico estudio N°5 (con los disparos de metralletas en sus paredes) acogía a unas 1.500 personas, el edificio de la Dirección se habia transformado en un hospital de emergencia y existía incluso una pequeña escuela.
En medio del caos, la magia renacía, mostrando en los hechos la doble política de gestión de Cinecittà postguerra: el producto de masa y el film de calidad, el cine para todos y el cine de autor. La crónica de la época lo muestra, siguiendo el romance de una jovencisima Gina Lollobrigida con un médico del Hospital de la Cruz Roja, incorporando a los “habitantes” de Cinecittà y a las masas pobres de Roma como extras (hasta mediados de los 50), y sobre todo “el hijo” de los principiantes directores de preguerra que fuera del recinto desarrollaban un nuevo modo de hacer cine, todo italiano: el neorrealismo.
Poco había en Cinecittà, los estudios destruídos y ocupados, y el poco material de filmación que no habia sido llevado al “Cinevillaggio”, estaba vencido. Esto llevo a unos jovencísimos Luchino Visconti, Roberto Rossellini y Michelangelo Antonioni a filmar a la calle, y asi nació uno de los géneros cinematográficos más interesantes de la historia del cine, un cruce entre realidad y domumental, una narración coral realizada por actores no profesionales que hablaban de la miseria y la desocupación. “Roma, ciudad abierta”(45) y “Ladrón de Bicicletas”(48), son dos clásicos indiscutidos.
Pero volvamos a Via Tuscolana. Aunque con excepción de 1945, en que nada fue filmado, los años restantes al menos 3 películas menores salieron de la “a mal traer” ciudad de los sueños. El manual de moral laica para la renaciente Italia “Cuore” (47), de Duilio Coletti con Maria Mercader y Vittorio De Sica -basado en el libro del mismo nombre de Edmundo De Amicis- es considerado el primer film de Cinecitta de la post guerra.
Pero la necesidad de dinero era urgente y los más de 200 millones de liras que fueron invertidas en 1948, tras las manifestaciones (que incluian estrellas de la talla de Anna Magnani) en Piazza del Popolo, y a leyes que –sin la rigidez anterior- obligaban a las salas a un mínimo de proyecciones nacionales, no bastaban.

Hollywood cruzando el Atlántico
Poco a poco Cinecittà se fue levantando, pero los colosos norteamericanos del cine (la MGM, la Paramount, United Artist y la Warner Bros), que habían sido mantenidos a raya por las leyes proteccionistas del facismo, eran dueños y señores de las salas italianas.
El neorrealismo era “producto de exportación cultural”, pero la imagen que daba de la península no era, a juicio del nuevo gobierno Demócrata Cristiano, la que necesitaba el país. Así en 1949 fue firmado un acuerdo entre Cinecittà y la MGM, que permitió una toma de poder arrogante, generosa e indecentemente gastadora por parte de la industria norteamericana y una nueva imagen de Italia, elegante y exhuberante.
Con un dólar fuerte, la necesidad de olvidar la reciente guerra, una sociedad ansiosa de glamour y, como soundtrack las canciones de Perry Como, Connie Francis, Frank Sinatra y Dean Martin, comienzan los años 50 para la Ciudad del Cine.
Nacen los “paparazzi” (denominados así en “La dolce vita”) que se apropian de Via Veneto –rebautizada la “via del pecado” – y apuntando los flashs contra figuras –y figuritas- alimentan la máquina de la naciente cinematografía mundial. El film que inauguró la “nueva coalisión” fue “Quo Vadis” (51) de Mervin LeRoy, con Peter Ustinov y Debora Kerr. Una magnífica reconstrucción de época, 32.000 trajes, un inolvidable incendio de Roma y una columna sonora que se transformó en el “sonido oficial” de la antiguedad. El film tuvo 7 nominaciones al Oscar, pero no venció ninguno. Una curiosidad?... entre los 6 mil extras diarios que trabajaron en el film se encontraba una quinceanera Sofia Scicolone, más tarde conocida como Loren.
La eficiencia técnica y artistica de Cinecittà, reflejada en la calidad visual del film, y los bajos costos, atrajeron rápidamente nuevos proyectos. “Vacaciones romanas”, el primer protagónico de Audry Hepburn que postuló a 7 Oscar y venció 3, entre ellos el de vestuario. “La condesa descalza” (54), con Ava Gadner y Humprey Bogart; “Adios a las armas” (57), con Rock Hudson y un Vittorio De Sica, candidato al Oscar como mejor actor de reparto, marcó el comienzo de peliculas que mezclaron entre sus actores a lo mas granado de Hollywood y Roma.
“Ben Hur” (58) de William Wyler, con Charlton Heston, marcó una epoca, con 15 millones de dólares invertidos –hasta ese momento el más caro de la historia- fue, por 40 años, la pelicula que ganó más estatuillas (11). En ella trabajaron 100 mil extras (entre ellos Elizabeth Taylor, de vacaciones en Roma), se realizaron 300 decorados, y de los 14 meses de filmación, 3 de ellos fueron integramente dedicados a las escenas de la carrera de cuádrigas. Estos 20 minutos del film significaron la adquisición y adiestramiento de 120 caballos y la consiguiente construcción de espacios adecuados para ellos.
Pero el punto más alto de la colaboración entre Cinecittà y Hollywood fue en 1963 con la apoteósica “Cleopatra” de Joseph L. Mankiewicz, protagonizada por Elizabeth Taylor, Richard Burton y Rex Harrison. La inversión de 44 millones de dólares cari arruinó a la Fox. Escenas y escenografias monumentales, un record de vestidos usados por la Taylor (65, que merecieron un Oscar), pero sobretodo el nacimento de la bizarra pasión entre sus protagonistas que, en la época, desafió hasta al Vaticano.
Capitulo a parte merece la crónica rosa de la época. Amores, escándalos, matrimonios y separaciones giraron en torno a la Mecca del cine italiano, y muchas anécdotas escritas en los anales del séptimo arte tienen como telón de fondo Cinecittà: las cajas de agua mineral (que embotellaban whisky) de Richard Burton o el camarín de la Taylor, de 8 habitaciones, donde una asistente cobraba por mirar por el ojo de la cerradura a la apasionada pareja; los senos postizos de la Hepburn perfectamente ordenados en lo que habia sido su camarín; Ava Gadner que seducida por un gigolò giraba Roma; Roberto Rossellini que abandonaba a Ana Magnani por la hermosa Ingrid Bergman (sin casarse!); la acusación de bigamia contra Carlo Ponti luego de casarse con una novel actriz de nombre Sofia Loren, y un largo etc.
La producción italiana del periodo, no fue menor, lo demuestra la aparición de nuevos géneros como la “comedia a la italiana” (“Nos habiamos amado tanto”, de Ettore Scola) o el “spaghetti western” (“Por un puñado de dólares”, de Sergio Leone).

Nada es para siempre, pero...
Durante dos memorables décadas, Cinecittà mostró el milagro de la inteligencia artesanal y marcó un hito en las producciones cinematográficas de época, pero con los años 70 se inició un periodo de baja, superado sólo por el “fenómeno Fellini” (que desde el 39 hasta el 90 dirigió y escribió una treintena de películas, todas en Cinecittà), la nueva ola de resonancia del cine italiano de la mano de directores como Ettore Scola, Luchino Visconti y Pier Paolo Passolini, y el fortalecimeto de las coproducciones europeas (con Francia y Alemania, especialmente).
Aunque la relación de Cinecittà con la television habia comenzado fugazmente a fines de los 50, con la transmision en directo de “Tosca” por las pantallas de la RAI, la pantalla chica se mantuvo distante hasta la década de los 70, en que comenzó a elaborar programas de TV. Ello significó también la renovación digital de los procesos de postproducción que incluyeron la restauración de viejos films.
En los años 80, crecen los rumores de cierre. Roma cambia y la especulación edilicia y la instalación del primer centro comercial de la ciudad amenazan a Cinecittà. El 87 el incendio en una de las bodegas, se traduce en la pérdida de una cantidad incalculable de material histórico, entre vestuario y escenografia. Esta vez fue la publicidad quien la rescató de la muerte, con una media de 70 spots realizados al año.
En los 90, fue privatizada y, a decir del holding, Cinecittà se transforma en “una empresa multimedia que opera en el ámbito de la entretención y la cultura”, que hasta hoy realiza series de TV (como la versión local de “Gran hermano” u “Operación triunfo”), publicidad y video clips, sin olvidar, claro esta, el cine.
Y es que prácticamente toda la producción cinematografica italiana pasa, antes o después, por Cinecittà.. pero no sólo, aunque ya no es la “Hollywood del Trasevere” siguen visitandola de allende el Atlántico, asi lo demuestran peliculas como “El nombre de la Rosa”, “Las aventuras del Baron Munchausen”, “Il Postino”, “El Padrino 3”, “El Paciente inglés”, “Alien 2”, “Mision Imposible 3”, “El talentoso Sr. Ripley”, “Te con Mussolini”, “Gangs of New York”, “La pasion de Cristo”, “Ocean twelve”,...

Recuadro
De ella han dicho:
“Como en nuestro inconsciente, en Cinecità mensajes, señales, emociones que vienen quien sabe de dónde, son elaborados, estructurados, codificados en relatos de historias, expresadas en un lenguaje de signos, colores, luces, caras, vestidos de todo tipo de materiales emblemáticamente re-propuestos para realizar las fantasías aparecidas en la esfera imaginativa de un director. No es así que funciona y se exprime el mecanismo del sueño?” (Federico Fellini).
“Mas allá de las diferencias de costo y sus ventajas técnicas, es uno de los escasos reductos de la industria del cine donde se pueden construir espacios ficcionales con el respaldo de un artesanado de privilegio, que además se entrega con pasión al trabajo” (Ettore Scola).
“Cinecittà ofrece diversas posibilidades, todas alimentadas del entusiasmo y de una cultura del cine que aún pone el alma en cada parte de la realización de un film. La potencialidad de estos estudios son tantas, y es placentero confrontarse con una profesionalidad que vive la emoción del propio trabajo” (Francis Ford Coppola)
“Cinecittà es una época, una tradición. Es nuestra historia, la historia de nosotros, los actores” (Alain Delon).
“Cinecittà se mantiene simbólicamente una bella fortaleza, mientras fuera es el infierno, dentro de sus muros se continua a narrar fábulas, a veces amargas, a veces dulces, otras divertidas” (Marcello Mastroianni).

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